22 Domingo B La verdadera pureza
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La verdadera pureza
En el evangelio de hoy Jesús nos habla de la importancia de tener un corazón limpio. Es la condición para acercarnos a Dios y ser felices en esta vida. También nos ayuda a tener buenas relaciones con los demás. Nuestro corazón es el centro de nuestras acciones, sueños y deseos. Se puede medir la valía de una persona por su corazón. De un corazón puro pueden venir muchas cosas buenas. De lo contrario, de un corazón centrado en sí mismo, pueden venir muchos males.
“Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.” Hoy le pedimos a Dios que purifique nuestro corazón para que podamos verle mejor, para poder contemplar las cosas a través de sus ojos. Deberíamos intentar ver las cosas desde la perspectiva de Dios. Un corazón de niño, simple y transparente, nos ayuda a hacerlo. Por eso nos cautivan los niños. Jesús dice que sus ángeles están constantemente viendo la faz de Dios.
Un corazón limpio nos ayuda a amarnos a nosotros mismos y a los demás con un amor verdadero. La gente que se enfada con frecuencia, que no están felices con ellos mismos, tienen un corazón hecho de piedra, pegándose contra un muro de roca. Un corazón puro es suave, peludo, como Platero, y es capaz de ser feliz con un amor limpio. Todo el mundo quiere ser amado con ese corazón, con un amor generoso. El amor a Dios nos ayuda a amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Nuestra sociedad no entiende que cuando quitamos a Dios de en medio, nos volvemos animales, salvajes, o como dice Hobbes, un lobo contra otro lobo.
¿Cómo conservamos nuestro corazón limpio? Mirando a lo que entra y lo que sale. Es más fácil controlar lo que entra, porque el corazón muchas veces está descontrolado y no podemos predecir lo que va a salir. Pero si conseguimos vigilar lo que entra, podremos mantener limpio el corazón. No es fácil conservarlo en nuestra sociedad hipersexualizada, porque estamos constantemente siendo bombardeados con basura a través de las imágenes, sonidos y mensajes. Pero sabemos que cuantos más obstáculos encontremos, Dios nos dará más gracias.
Dos cosas más. Primero buscar el silencio. No es fácil encontrarlo. Pascal decía que todos los problemas del mundo se solucionarían si consiguiésemos estar sentados por una hora guardando silencio. Un famoso Blogger ateo descubrió a Dios cuando estuvo un mes sin internet. Debemos encontrar espacios de soledad y aislamiento, maneras prácticas de controlar las pantallas, como no teniendo una en nuestra habitación, o dejar las tabletas en la sala de estar por la noche. Otro consejo es limpiar nuestro corazón con regularidad, examinando nuestra conciencia, no excusando nuestras limitaciones, haciendo actos de contrición y confesándonos con frecuencia. Cuando nuestro corazón está sucio nos cuesta ver el camino hacia adelante y nos sentamos en el suelo sintiéndonos apenados por nosotros mismos. Cuando conseguimos acusarnos de nuestras faltas ante un sacerdote, Dios nos da su gracia para luchar contra nuestras adicciones.
josephpich@gmail.com
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