Dejar todo en Sus manos y abrazar Su voluntad
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19/08/2024 – En el Evangelio de hoy Mateo 19,16-22 le preguntan a Jesús cómo hacer para alcanzar la vida eterna y él muestra el camino del amor y de la entrega para llenar esa búsqueda que grita en su corazón. De levantar la mirada, de eso se trata. un mirar más allá, pero también un mirar los deseos más profundos del corazón.
Luego se le acercó un hombre y le preguntó: “Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?”.Jesús le dijo: “¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos”.”¿Cuáles?”, preguntó el hombre. Jesús le respondió: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.El joven dijo: “Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?”.”Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
El estilo de amor que propone Jesús es un amor que va en gratuidad por lo recibido y se lanza al amor a Dios en y desde el prójimo.
Uno no elige porque renuncia sino que renuncia porque elige. Siempre lo primero es la elección. A veces parece que nos cuesta dejar ciertas cosas y es porque estamos poniendo el acento en la renuncia. ¿Cómo me cuesta dejar tal cosa? ¿Cómo me cuesta hacer tal otra? ¿Cómo me cuesta renunciar a esto? Cuando en realidad lo más importante es la elección.
El evangelio de hoy podría tener otro final, el que le podes dar vos.
El evangelio de hoy nos hace encontrarnos con una preocupación fundamental que le presentan a Jesús. Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
En primer lugar, la pregunta por la felicidad.
Es un anhelo que tenemos todo el tiempo porque está escrito en nuestros corazones. Hay gente que no sabe lo que es la felicidad, gente que a lo mejor confunde la alegría de un momento con felicidad cuando en realidad es algo mucho más profunda la felicidad. La felicidad es un estado, una disposición de todo nuestro ser, Es estar plenos, colmados y con paz en el corazón. Cuántas veces nos encontramos con personas que buscan paz, que por ahí no dan más, que piensan que están saturados y que lo único que quieren es tomarse unos días de vacaciones en algún lugar del mundo y ya está, y no tener problemas. Y la realidad, vos bien lo sabés, ya está a altura del partido, que la paz no tiene que ver con la ausencia de problemas, sino con una certeza que es estable, la de saber para qué estoy en esta vida, la de encontrarle un sentido a mi andar día a día. Por eso un lindo criterio para discernir es preguntarse por el algo más. ¿Qué significa esto? Bueno, por ahí tenés todo lo que querés en la vida pero sentís que algo te está faltando. Ese sentimiento de que todavía hay algo que no está es el deseo de Dios que siempre te está orientando hacia él. Por eso acordate lo que dice san Agustín, nos hiciste señor para ti y nuestro corazón no va a descansar hasta que repose en ti. Por eso, ¿cómo viene tu pregunta? ¿Te sentís pleno hoy? No importa cuál sea tu estado de vida, la importante es saber hacernos las preguntas, no busques todo el tiempo la respuesta, porque Dios misteriosamente se va manifestando no en las respuestas sino en las buenas preguntas.
En segundo lugar, evaluar con cierto optimismo la propia vida.
El comportamiento de este hombre es verdaderamente único, parece un enfermo que se acerca a Jesús para implorar la gracia de la curación. Por la lectura nos enteramos de que es una persona justa y que es consciente de haber llevado una vida intachable. Sin embargo, siente una preocupación profunda, una pena íntima e indefinida que le hace sufrir como si fuera una enfermedad espiritual. Busca a Jesús porque ha intuido que sólo de un maestro excepcional como él le puede venir la palabra que comunica serenidad y esperanza. El joven le pregunta a Jesús qué le falta aún por hacer. Se da cuenta de que no sólo debe esperar, sino que debe estar dispuesto porque el Señor no obliga a nadie a aceptar su regalo.
La respuesta a Jesús que da este hombre es increíble. Declara, convencido, haber guardado todos los mandamientos desde que tenía uso de razón.
Su juicio sereno y tranquilo contiene un mensaje valioso: es una invitación a evaluar con cierto optimismo la propia vida. Ante Dios –nos dice Juan– debemos tranquilizar nuestros corazones “aunque la conciencia nos acuse, Dios es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo” (1 Jn 3,20). Es necesario mirar la propia vida con misericordia.
Lo que propone Jesús no se trata de otro mandamiento más, sumado a los del Decálogo, sino de la invitación a dejarse guiar por una lógica totalmente nueva.
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